Por Alberto Percal
Cuando analizamos las cartas y los documentos relativos a la campaña en Aragón y la Batalla de Zaragoza de 1710, una de las observaciones que llama la atención es el lenguaje empleado por unos y por otros. En el caso del bando austracista, donde intervienen activamente Aragón y Cataluña, y otros territorios de la Corona de Aragón, Reinos de Valencia, Cerdeña, Sicilia y Nápoles se conocen como fuerzas aliadas (ejército aliado). Los borbónicos, a su vez, se reconocen a sí mismos como españoles.
Así, por ejemplo, lo reconoce en su carta el marques de Quincy (borbónico), dando cuenta de la batalla de Zaragoza: “...redujeron al Archiduque a retirarse luego a Pina, y de no volver a su ejército hasta que los españoles estuviesen puesto en derrota. Siendo el ejército aliado mucho más poderoso que el de los españoles…”
Lo mismo podremos leer en los Comentarios de Bacallar (borbónico): “...tomaron su castillo y se acamparon en Caudete; los franceses y españoles, en el campo de Almansa [...] cediendo los franceses y españoles al brío de sus contrarios…”.
En cambio, en el momento en que intervienen aragoneses o catalanes, los nombra tal cual: “…y pasó luego
a mandar las armas en la raya de Aragón, cuyo reino amenazaba desde Fraga [...] Déjose salir libre la guarnición de Barcelona, con todos los honores
militares, y se ganó enteramente a Lérida, lo cual puso en no poca
consternación a Cataluña…”
Y con frases, que bien dan a entender el poco o nulo entendimiento: “... ella verdaderamente se dirigieron los obsequios y las finezas, pero no se puede negar que sostuvo mucho el ánimo de los castellanos la natural vanidad de no ser conquistados de aragoneses y catalanes y ultrajados de los portugueses, a los cuales despreciaban y aborrecían...”
Queda claro quiénes son los españoles (incluidos los franceses, grueso de las tropas), por defender al Borbón y quiénes los aliados (incluidos los aragoneses y catalanes), por defender al Archiduque Carlos, que luchan en la batalla de Zaragoza de 1710. Estos luchaban con la caballería propia del Rey Carlos, escuadrón de caballería Dragones de Aragón, en la infantería las Reales Guardias Catalanas, y las de Zaragoza, y los numerosos voluntarios de Aragón, que no formaban en sí un cuerpo adiestrado del ejército. Incluyendo un regimiento de napolitanos viejos.
El tratamiento que se hace desde el bando austracista con Aragón, es de participación activa y se les nombra como tales sin integrarlos: “…Reunidos nuestros destacamentos al campo, un poco provisto nuestro ejército, de las partes de Aragón y montañas…”
Y se reconocerá en las misivas la activa participación de los voluntarios aragoneses: “...Los voluntarios de Aragón llegaron a nuestro campo con dos valijas de dos correos del enemigo…” y en la acción de batalla su participación : “...Echáronse sobre ellos cuatro escuadrones portugueses, uno del regimiento de Aragón, a su frente el sargento mayor Cerezo, que les obligaron a rendirse…”
Es por ello que hay numerosos ejemplos que dictan de alguna forma lo que venimos diciendo en varios episodios: la denominación de España es algo creado por Castilla, y los aragoneses y catalanes y el resto de territorios de la Corona de Aragón no se nos tuvo como parte integrante, más bien parte incorporada y asimilada por hechos de armas. El lenguaje fue explicito y no da lugar a dudas.
Un claro ejemplo de asimilación es el escrito de 1879 que recoge de forma expresiva y contundente el pensamiento de los intelectuales de la época. Ya recogimos en otro episodio el pensamiento político y jurídico de Melchor de Macanaz (Intendente durante la Guerra de Sucesión en Aragón) respecto de Aragón (El lamentable rastro de Macanaz en Aragón). Será su pariente Maldonado, abogado de oficio (castellano de origen, lo mismo que Melchor), quien lo publique y se atreva a decir lo siguiente en el prólogo de las Regalías de los Señores Reyes de Aragón: “…no ofrece, por lo tanto, peligro alguno, a nuestro entender, la publicación, al cabo de muchos años, de los escritos de Macanaz sobre las Regalías…” afirmando la asimilación territorial que ya se ha materializado con “...la unidad política, adquirida á costa de tantos peligros y de mucha sangre derramada, se ha mantenido en Aragón y Cataluña, y bien podemos darla por definitivamente adquirida y consumada.” (1)
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