LA RECONQUISTA

Por Víctor Longares Abaiz


En otro artículo hablábamos de la Hispanidad. Un concepto que siempre ha ido unido a este, en el intento de construcción de una identidad nacional española es el de Reconquista.

¿QUÉ ES LA RECONQUISTA?

La palabra Reconquista aparece, por primera vez, en una historia publicada en Madrid en 1796. Se empezó a usar para referirse a las conquistas cristianas y a la recuperación de la libertad de los católicos. La popularizaron Modesto Lafuente, Sánchez-Albornoz y Menéndez Pidal, con la intención de presentar la Edad Media como la recuperación de la nación perdida a manos de los musulmanes. Crearon el relato de los españoles luchando durante 800 años por recuperar su país (España), reivindicar su fe (catolicismo), defender a sus dirigentes (la monarquía) y liberarse de la opresión de los extranjeros. La España del siglo XIX tenía un gran trauma con la guerra contra Napoleón y, a la vez que la reescribía, presentando a los españoles como héroes, reelaboraba el concepto de Reconquista, presentando a los moros como los precursores de los franceses. Por eso, en este relato nacional, los cristianos medievales tenían que resultar tan heroicos como los que lucharon contra Napoleón.

Los intelectuales y los políticos del siglo XIX reescribieron la historia de España al estilo de las gestas clásicas. Los españoles ya habrían mostrado a los romanos y cartagineses su valor y fiereza en los sitios de Numancia y Sagunto o en las guerras cántabras. Si la historia fuese tan épica como la contó siempre el españolismo, daría la sensación de que Roma nunca conquistó la Península Ibérica, pero los historiadores enseguida supieron transformar a esos romanos, que tan malvados eran en Numancia, en los verdaderos españoles. Así, se presentaba a la Hispania romana como la provincia más próspera del Imperio e, incluso hoy, algunos cuentan este periodo como parte de la historia de la nación española. Sin embargo, el españolismo cambia pronto de chaqueta y la verdadera España pasaron a ser los visigodos.

Pero, aunque todos estos antecedentes ya mostraban a una nación épica, la gran gesta española comenzaba en Covadonga, rebelándose los españoles contra los invasores musulmanes en 722, y terminaba en 1492, con la conquista de Granada. España culminaba una gesta ejemplar para toda la Cristiandad. Ese reino visigodo fue mitificado como algo maravilloso y la manera de explicar su caída en manos de los musulmanes se redujo a una venganza de un traidor, por un tema de faldas del rey Don Rodrigo. Así, junto a la valentía y bravura que se intentaba fomentar en los españoles, se presentaba otra cualidad, que muchas veces era debilidad: la fogosidad sexual. A la vez que se creaba una historia mitológica, se estaba creando el arquetipo de verdadero español, que luego explotaría hasta la saciedad el cine franquista.

Ese reino visigodo tan espectacular (aunque no conservemos ningún resto que confirme esto) cayó porque el rey forzó sexualmente a la hija del conde Don Julián y este se vengó llamando a los moros. Por alguna extraña razón, las tropas musulmanas no cruzaban el Estrecho. Parece como si esperasen a que fuesen llamados. Entonces, la derrota visigoda (española) en el 711 se presentaba como un castigo divino, al más puro estilo de las batallas bíblicas. Y como "Dios castiga, pero no ahoga", que dice el refrán castellano, 11 años después, en el 722,  mandó a su Madre a Covadonga a ayudar a los españoles a iniciar esa gran gesta que llaman Reconquista y que la historiografía españolista se empeña en identificar con la Edad Media ibérica. Es muy curioso y sería digno de otro artículo la utilización de María de Nazaret en cada momento clave de la historia mitológica española. 

 

FALSEDADES DEL RELATO ESPAÑOLISTA

Sin embargo, el relato mitológico españolista, que sigue siendo creído y defendido por muchos, hace aguas por todas partes, al estar lleno de falsedades e invenciones.

La figura de Don Pelayo es muy discutida entre los historiadores. Las primeras crónicas cristianas que lo nombran son las Crónicas de Alfonso III, del siglo IX. En las crónicas musulmanas aparece por primera vez en el siglo XII. Entre estas crónicas hay versiones contradictorias. Tampoco hay pruebas de que los visigodos resistiesen en Asturias a los musulmanes. Como ejemplo, el nombre de Pelayo es latino (Pelagius) y no visigodo. Por último, no hay ninguna constancia de la veracidad de la Batalla de Covadonga. De hecho, a finales del siglo XIX, el santuario de Covadonga era muy desconocido y estaba cubierto de vegetación. No había culto a la Virgen. En 1871 se construyó la basílica. En 1941, se instaló en el santuario asturiano una imagen de la Virgen de Covadonga.

Ante estas invenciones, Cantabria ha aprovechado en la actualidad para disputar el lugar de los acontecimientos. ¿Sus pruebas? Ninguna, por supuesto. Al igual que Asturias. No hay pruebas de la Batalla de Covadonga.

El mítico Don Pelayo, tan guerrero y tan cristiano. 

¿Y qué decir de la Batalla de Clavijo? Siempre se nos ha dicho que, en esa batalla, en el año 844, el apóstol Santiago intervino en la batalla siendo decisivo en la victoria. De ahí viene la advocación de Santiago Matamoros, muy reivindicada durante el franquismo y por la ultraderecha actual. Sin embargo, nadie habló nunca de Santiago Matamoros antes del siglo XII y la Batalla de Clavijo no es un hecho real. Se trata de un invento de la época de la Primera Cruzada (1095-1101). Necesitaban animar a los cristianos a luchar contra los moros. El discurso del odio no es un invento actual.

 

Santiago el Mayor que, según los Evangelios, fue un pescador judío del siglo I, fue convertido por el españolismo en un caballero medieval que masacraba moros sin ningún tipo de miramiento.


CUANDO CASTILLA SE CONVIRTIÓ EN ESPAÑA

Los historiadores del siglo XIX mitificaron la historia de Castilla y la identificaron con España. Para ello, ningunearon los episodios de la historia de Aragón, Catalunya, Valencia o Navarra que pudieran hacer sombra a la gran gesta española. Pero esto ya había empezado antes. Juan de Mariana escribió Historia General de España (1592), defendiendo que Pelayo era el rey cristiano que encabezó la recuperación de España y cuya autoridad habían aceptado todos los cristianos de la Península, incluidos navarros, aragoneses y catalanes. Asturias y Castilla encabezaban la Reconquista y los demás pueblos no tenían mérito alguno. Por eso, atribuyó la toma de Granada a Isabel de Castilla. El historiador Modesto Lafuente continuó este relato en el siglo XIX, añadiendo América y Napoleón al currículum épico español.

Esta tradición fue seguida por los historiadores del siglo XIX. Por cada libro de historia de la Corona de Aragón que se publicaba en Zaragoza, Barcelona o Valencia salían una decena de libros sobre “historia de España" intentando neutralizarlo. Pero esa “historia de España” era siempre un cuento épico y mitológico. Se creó un gran relato, lleno de héroes, batallas épicas y una gran cantidad de buenos españoles dispuestos a liberar al mundo del mal, representado en cada época por alguien diferente (moros, herejes, aztecas, franceses…). Este relato ultraconservador presentaba al pueblo español como un pueblo noble y épico, que luchaba por su libertad, pero siempre sumiso a sus reyes y contando con la colaboración especial de los milagros de la Virgen María y los santos.

 

UN RELATO AL SERVICIO DE LA CASA DE BORBÓN

La construcción del relato españolista tenía detrás un enorme presupuesto estatal. Se convocaron concursos de pintura sobre episodios épicos de esa historia inventada de España (Numancia, Colón, Granada...). Se construyó una mitología digna de la pluma de Homero. Esos cuadros se usaron en libros de texto, enciclopedias, postales, cajas de puros, estampas... Por un cuadro sobre La Campana de Huesca o algún rey aragonés que se pintaban, aparecían cientos de imágenes de la historiografía oficial, con Castilla como centro de la gesta. Se adoctrinó con dinero público (Véase Pintura histórica para inventar una nación).

La culminación de esta historia inventada está en Ramón Menéndez Pidal. La historia de España era, para él, una sucesión de episodios heroicos, donde los españoles habían luchado valerosamente defendiendo la fe católica.

Esta mirada al pasado estaba al servicio de la monarquía de Alfonso XII y Alfonso XIII, que necesitaban legitimarse como continuadores de aquellos míticos reyes guerreros, ya que la legitimidad como herederos de Isabel II y Fernando VII dejaba muchísimo que desear. 


EL CONTUBERNIO Y LA LEYENDA NEGRA

La monarquía buscaba apuntalarse como garante del orden, frente a los que querían romper España, representados por los republicanos, los sindicalistas, los cantonalistas o los nacionalistas periféricos (catalanes, vascos, gallegos, aragoneses, andaluces…). Todos estos enemigos eran los sucesores de los moros, los herejes, los franceses, los aztecas… Porque España siempre se había enfrentado a una conspiración mundial para ser destruida. De esa manera, estos historiadores explicaban (y muchos aún explican) los desastres de la historia de España: la leyenda negra, los judíos, los ingleses, los comunistas…. Si España era una nación tan admirable, necesita un enemigo épico. Los fracasos nunca son culpa propia (si acaso, de la bragueta de algún rey). La explicación siempre está en una conspiración mundial o contubernio judeo-masónico, que decía Franco, ya que los enemigos de España querían frustrar esa misión eterna que Dios le había encomendado. Por eso, España empezó a ser definida con calificativos que no pueden repetirse sin cierta risa o pudor: Faro de Occidente, Luz de la Cristiandad, Martillo del Hereje, Patria de María Santísima, Vanguardia de la Fe, Reserva Espiritual de Occidente, Espada de Roma...

Se inventaron frases para justificar desastres ("Más vale honra sin barcos que barcos sin honra", de Hernán Cortés o "No he mandado a mis hombres a luchar contra los elementos", de Felipe II). Se ensalzaron anécdotas como si fuesen hechos relevantes (como Guzmán el Bueno). Se ridiculizó al enemigo ("No llores como mujer por lo que no has sabido defender como hombre", de Boabdil). Se denigró a reyes aragoneses que pudieran hacer sombra a los castellanos. Un ejemplo es Alfonso I El Batallador, a quien se tildaba de misógino y homosexual, para empequeñecer sus conquistas. Se usó el comercio catalán en el Mediterráneo como un triunfo de España. Se taparon enfrentamientos entre Castilla y Aragón, porque había que presentar a los españoles de la Edad Media unidos luchando contra los moros. Se ocultó la historia de Navarra y de los vascos...


LA EVOLUCIÓN DEL RELATO MITOLÓGICO ESPAÑOLISTA

Cuando llegó el franquismo, se colocó la guerra civil como la culminación de este relato mitológico español. Franco entraba en la lista de los grandes héroes (Viriato, Pelayo, Felipe II, Pizarro...). Y esta historia mitológica, que une a Carlos V con Franco, a Guzmán el Bueno con la toma del Alcázar de Toledo, a los moros con los rojos y a los Tercios con Falange ha producido el actual relato de la historia de España.

El dictador Franco, caracterizado como un guerrero medieval, impasible ante una hazaña más de Santiago Matamoros, que cabalga sobre su cabeza. Paradójicamente, los moros lucharon junto a Franco en la guerra civil.

En la actualidad, hemos lavado un poco este relato españolista, quitando el tufillo fascista y la superstición milagrera. Pero continuamos leyendo y escuchando estos mitos heroicos como si fuesen reales. El Régimen del 78 ha intentado mejorar la imagen de moros y judíos, hablando de la convivencia de las tres culturas y de sus aportaciones a la cultura española. Porque los pueblos solo pueden ser buenos si aportan a la cultura española. Aunque seamos muy democráticos y tolerantes, si algunos como los aztecas, no consideramos que nos aporten nada, los convertimos en auténticos monstruos devoradores de niños. A pesar de denigrar así a los indígenas americanos y a las civilizaciones destruidas por España en América, insistimos en que los españoles fueron allí a llevar la civilización y el progreso, construir universidades y tratar bien a los indios…

Beneficios del encuentro cultural entre los dos continentes.

Los tiempos cambian y ya no presumimos tanto de épica guerrera. Ahora defendemos ser el pueblo más culto y civilizado del orbe, con más intelectuales e inventores y el único con buenas intenciones. Ahora nos parece feo presumir de masacres de moros o aztecas y preferimos hablar de convivencia o encuentro y negamos la esclavitud que enriqueció a España hasta bien entrado el siglo XX. Incluso algunos se atreven a decir que España fue precursora de la globalización o de los Derechos Humanos. Si antes se inventaban el reclutamiento militar de buena parte del santoral católico, ahora se ningunea cualquier avance extranjero, afirmando que algún español ya lo había hecho antes.   

Los esclavistas, los racistas, los que no respetan a otros pueblos, los que tienen que avergonzarse de su historia… son los franceses, los británicos, los estadounidenses…. quien sea. Los españoles nunca. Y si se habla de algún episodio vergonzante de la historia de España, se debe siempre a tres motivos: la leyenda negra, los separatistas o los rojos.

Y así seguimos, sin tener una visión seria y objetiva de nuestra historia.

Comentarios