Por Alberto Percal
El 24 de septiembre de 1591 es la fecha clave en la que se prepara, por un lado, el retorno de Antonio Pérez a la cárcel de la Inquisición. Por otro, se establece por los Diputados del Reino, Justicia de Aragón, y otros estamentos del Reino, como también por parte de los ministros y fuerzas de la Monarquía, la preparación para el éxito de tal cometido. Si el 24 de mayo pasado, los protagonistas de la rebelión “…habían pasado a ser caballeros, artesanos y labradores“ (1) y teniendo en cuenta, como hemos citado, que son los propios estamentos regnícolas los que ya sí están de acuerdo con la devolución del preso a la Inquisición y para ello disponen fuerzas para tal cometido, ya no se puede considerar una rebelión aristocrática. De hecho “…es posible registrar la presencia de personas procedentes de todos los sectores de la sociedad aragonesa” (1) El sector que lidera este alzamiento, y por eso lo catalogamos de civil, son precisamente los ciudadanos de Zaragoza, que ésta vez salen a miles y abarrotan tanto la plaza del mercado, donde se sitúa la Cárcel de Manifestados, como las calles adyacentes. “Alteróse todo el pueblo se inundaron las calles de gente mal dispuesta á lo mandado por la Corte del Justicia, trabando el pueblo luchas parciales contra la gente del Gobernador” (2) y logran con ello el triunfo frente a las numerosas fuerzas armadas dispuestas por los estamentos aragoneses y del Rey.
A Antonio Pérez ya se le había llevado a la cárcel de la Inquisición el 24 de mayo de 1591. En esa ocasión ya hubo que restituirlo a la de Manifestados. El clamor popular, la muerte de Almenara y la presión ejercida sobre la Aljafería fueron más que notables para cuidarse de no enfrentarse a un pueblo decidido a no dejarse pisotear por el poder manipulador que emanaba desde la Corte. Esta vez se iba a proceder en fecha del 24 de septiembre para llevar de nuevo a Pérez de la Cárcel de Manifestados a la cárcel en la Aljafería (sede de la Inquisición), estudiado tanto por la Corte de Madrid como por los estamentos del Reino de Aragón, la decisión ya estaba tomada y digamos consensuada, incluso el efecto foral de tal decisión, que no alteraba el ordenamiento y así se hizo público para evitar que el secretismo del hecho (24 de mayo) volviera de nuevo a amotinar a la población. Esta vez el Virrey había desplegado “1500 soldados” (3)
“Llegó, por fin, el 24 de
septiembre…” las instituciones aragonesas, Diputados, Corte del Justicia, el
brazo de la alta Nobleza, los representantes de la ciudad de Zaragoza, el Santo
Oficio, el Virrey, el Gobernador,… y las consultas al Consejo de Aragón y al
Consejo de Estado, todos ellos estaban de acuerdo que el traslado “…se hiciese
solamente por las autoridades forales y con fuerzas exclusivamente aragonesas.”
(4)
En las primeras horas de ese día, un grupo de caballos ligeros recorrió las calles por donde los presos debían
pasar. Estaba todo tranquilo, se dispusieron en las esquinas y plazas gente
armada a las órdenes de los consistorios y titulados, se ordenó cerrar las
puertas de la ciudad, “…para que no pudiese entrar gente de afuera en auxilio
de los sediciosos.” (5)
Antes de las 10 de la mañana
aconteció un hecho que marcaría la
jornada, estando un “muchacho de
corta edad” asomado a una ventana, gritó “Viva la libertad”, “…fue muerto… a quién dispararon un
arcabuzazo…” (5)
Después de ese hecho y en otra
parte de la ciudad salía la comitiva “…con gran solemnidad y aparato de las
casas de la Diputación: rompía la marcha gran número de arcabuceros… en la
retaguardia el Gobernador con la Guardia de a caballo del Reino” (5) Avanzaron
hasta la posada del Virrey, donde estaban presentes entre otras personalidades
los “…condes de Aranda, Morata y Sástago,
con gran número de caballeros, Señores de vasallos,… todos armados y muy a
punto”. (5)
Con tanta solemnidad y aparato
llegaron a la plaza del Mercado donde estaba la cárcel de los Manifestados.
Ocupada la plaza por tanta fuerza se procedió a que sacasen los presos, Pérez y Mayorini (su criado), y en eso ya llegaban los carruajes de la Inquisición preparados para el traslado. En esos momentos que apenas había público, se oyeron ruido y estruendo que crecían por momentos, lo que hizo suspender la entrega de los presos. Las campanas de la iglesia de San Pablo tocaban “á rebato”, se inundaron las calles de gente, comenzaron luchas con los soldados, algunos ministros se refugiaron en viviendas, la comitiva del Justicia salió de la plaza del Mercado, pero al llegar a la calle Mayor alguna gente comenzó a tirarles piedras, en esos ya llegaban los coches de la Inquisición a la plaza, entonces fue cuando D. Diego de Heredia y demás caballeros “…desenvainó con resolución su espada y embrazando una rodela se arrojó a la calle y dio él solo principio a la acometida” (5) Salieron parciales de D. Diego y se les juntó “mucha gente del pueblo” (5), comenzaron a disparar con sus arcabuces a los soldados que guardaban las esquinas de la calle Mayor, fueron ganando terreno hasta la puerta de Toledo, otros parciales con Gil de Mesa y Francisco de Ayerbe acometían disparando por la calle de la Albardería, gritando Libertad. Había en la plaza más de 400 soldados del Gobernador, muchos huyeron y otros “…volvieron sus armas contra sus compañeros” la resistencia duró poco. La “multitud agresora crecía por momentos” (5) La plaza quedo sembrada de muertos y heridos. Quemaron la casa donde se refugiaban algunos señores, y acometieron las puertas de la cárcel de Manifestados donde dentro había soldados a los que se dio orden de no disparar. Se liberó a Antonio Pérez (más tarde se haría igual con su criado Mayorini), se le llevó a casa de D. Diego de Heredia y en el recorrido “…atravesaron la plaza del Mercado y le llevaron por varias calles en medio de las aclamaciones de la multitud…” (5)
Una vez liberado también de la
cárcel Mayorini, se dirigieron “…acompañados de una multitud de gentes que le aclamaban y vitoreaban” (5) hacía la
puerta de Santa Engracia, halláronla cerrada, rompieron sus cadenas y
cerraduras y salieron para las montañas.
Tras este hecho, Pérez ya no
estaba en Zaragoza, se acercaba la noche del 24 y “…corrían las calles en confusión los amotinados apellidando libertad…”
(5)
(1)
pag.189 Alzar banderas contra
su rey. Jesús Gascón Pérez
(2)
Pag.165 Tomo II. Alteraciones
de Aragón. Marqués de Pidal.
(3)
Pag. 29 La Invasión de Aragón
de 1591. Manuel Gracia Rivas.
(4)
Pag. 135 Tomo II.
Alteraciones de Aragón. Marqués de Pidal.
(5)
Pags.155,156,160 161,167,
170,171 Tomo II. Alteraciones. Pidal.
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