Por Víctor Longares Abaiz
Hablamos en artículos anteriores (La invención de España), cómo en el siglo XIX, el Estado gastó enormes cantidades de dinero en construir un relato que sostuviese la nación española. Una de las medidas más exitosas fue la institución de los certámenes nacionales de pintura, organizados por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
El 28 de diciembre de 1853, Isabel II instituye los certámenes nacionales de pintura, promovidos por el ministro de Fomento Agustín Esteban Collantes, a propuesta del pintor José Galofré y Coma. Estos certámenes buscaban la exaltación del patriotismo, mediante la difusión de episodios de la historia de España. Las obras ganadoras, además del premio en metálico, serían reproducidas hasta la saciedad en cuadros, láminas, postales, cajas de galletas o puros, sellos, libros divulgativos, libros escolares y universitarios… Por eso, la motivación para participar en ellos fue muy grande entre los pintores, ya que les abría la puerta a ser conocidos en todo el Estado y recibir otros encargos. Tanto estos concursos como los encargos institucionales nutrieron de imágenes a la estrategia de la creación de la nación española.
Esta pintura historicista estaba totalmente dirigida y pretendía mostrar la historia de España como una sucesión de hechos gloriosos, casi mitológicos, que sirviesen para fomentar el patriotismo. Para ello, se recurrió fundamentalmente a la historia de Castilla, ya que al resto de territorios españoles seguían siendo consideradas colonias conquistadas por Castilla, tal como podemos ver en este mapa de 1854:
HISTORIA DE ESPAÑA COMO APROPIACIÓN DE LA DE CASTILLA
El éxito de estas obras radica en el hecho de que la mayor parte de las imágenes de la historia se deben a Madrazo, Pradilla, Gisbert, Casado del Alisal, Rosales, Dióscoro Puebla y unos cuantos pintores más. Estos artistas fueron financiados por las instituciones públicas españolas, al igual que los que producían relatos de historia de España, como parte de un programa de “nacionalización de masas”.
La mayor parte de los españoles no conoce una historia de España ajena a este programa político del siglo XIX, que fue continuado de manera entusiasta por el franquismo. Es una historia plagada de héroes, que se enfrentaron a lo más difícil. Los españoles se nos han presentado siempre como superiores culturalmente a todas las naciones, como civilizadores de toda la tierra que pisan y como principales valedores de la civilización y religión católicas.
Este relato, absolutamente fantasioso, continúa produciendo libros, artículos divulgativos, series de televisión, películas e incluso cuentos infantiles y dibujos animados. Las imágenes que acompañan a los textos o en las que se basan las producciones audiovisuales continúan basándose en las obras creadas en estos concursos de pintura historicista. Por eso, nuestra imagen de la historia española se basa en estas imágenes políticas y no en el rigor histórico.
Veamos tres ejemplos que el lector podrá identificar fácilmente:
DON PELAYO EN COVADONGA (LUIS DE MADRAZO,
1856)
La Batalla de Covadonga (722) es un
acontecimiento ficticio que, desde el siglo XIX, se intenta poner como el
inicio de la Reconquista (otro concepto falso). Colocando el inicio de la
historia de España en este momento, se busca rebajar la importancia del resto
de estados medievales peninsulares, sometiéndolos a la mitología y los símbolos
castellanos. En este cuadro de Madrazo, la idealización llega a tal punto que
Pelayo es mostrado como un caudillo casi divino, que infunde valor a sus
súbditos, empuñando la Cruz de la Victoria (que no existía en la época
de Pelayo), bendecida por un eclesiástico.
PRIMER DESEMBARCO DE CRISTÓBAL COLÓN (DIÓSCORO
PUEBLA, 1862)
Este cuadro muestra el viaje de Cristóbal Colón (1492)
como una misión civilizadora y evangelizadora de América. Sin embargo, se
trataba de una expedición que buscaba nuevos mercados y recursos. En el primer
viaje de Colón, no iban ningún soldado ni ningún eclesiástico. Sin embargo, las
imágenes del religioso bendiciendo la tierra descubierta y el soldado mirando
al cielo están tan metidas en nuestra retina, que se reproducen en todas
partes, incluidas películas. Lo mismo sucede con la actitud de todos los
expedicionarios, empezando por Colón, que están extasiados, pareciendo intuir
que han descubierto un continente nuevo, sensación que ellos no tuvieron.
Pero el objetivo del cuadro es servir al relato de la España que civiliza y evangeliza a América y que tiene un papel crucial en la historia mundial. Por eso, el desembarco de la expedición castellana debía estar lleno de épica y de símbolos (estandartes) tanto castellanos como religiosos).
LA RENDICIÓN DE GRANADA (FRANCISCO
PRADILLA, 1882)
Isabel no estuvo presente ni en la guerra de Granada
ni en su rendición (1492). Todo ello fue realizado por Fernando El Católico,
que es quien debería ser el personaje central de la imagen. Sin embargo, en el
relato españolista siempre se ha denostado la figura de Fernando y potenciado
la de Isabel. Ella era la estadista, la guerrera, la responsable del
descubrimiento de América… Fernando quedaba relegado a un segundo plano.
La historia real es totalmente al revés y, como el pintor Francisco Pradilla era aragonés, pone a Fernando recibiendo las llaves de manos de Boabdil, aunque mantiene a Isabel en primer plano, por orden expresa del Senado, ya que, el que paga manda.
A pesar de ser Isabel la que ocupa la centralidad del cuadro y del éxito del relato inventado en el que ella es el personaje principal, no gustó el detalle de Fernando y fue suprimido en las reproducciones que se hicieron de esta obra para los manuales escolares. Esta supresión de Fernando duró hasta la década de 1960.
Esta manera de reescribir la historia, mostrando a Isabel por encima de Fernando, continúa en la actualidad. En la serie Isabel (RTVE, 2012), es reproducido este cuadro con una importante variación. Fernando aparece casi oculto detrás de Isabel y, aunque Boabdil entrega las llaves a Fernando, este se las da a Isabel diciendo: “Señora”.
IMÁGENES PARA LA HISTORIA DE ESPAÑA
Solo hemos comentado estas tres obras, pero el lector
habrá comprobado cómo la imagen que tiene de los episodios que representan está
totalmente condicionada por ellas. Un buen ejercicio sería revisar episodios que
conocemos de la Historia y comprobar cómo en nuestra retina se guarda aquello
que estos pintores subvencionados por el Estado produjeron hace más de un siglo.
Numancia, Viriato, el Cid, Juana la Loca, el fusilamiento de Torrijos, la Campana de Huesca… En realidad, la inmensa mayoría de la población solo conoce algunos detalles alrededor de los cuadros que los representan. ¿Queréis hacer la prueba?
Interesantísimo artículo
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