LOS ANTIGUOS REINOS DE LOS PIRINEOS. LOS SEÑORES DE LOS MONTES

Por Javier Bueno Aragüés


FUENTES PARA ANALIZAR EL SIGLO VIII

El origen de los antiguos reinos pirenaicos hunde sus raíces en un sustrato godo, de cultura homogénea, no necesariamente del mismo origen étnico, con grandes influencias romanas, pero quizás no tan altamente romanizado como el resto de la Península. Con un gran sentido de historia común en lo que se ha llamado núcleo de tradición y que defiende un sentido de identidad a través de un antiguo linaje.

Para entender con claridad cómo se formaron los míticos reinos de los pirineos, debemos servirnos y estudiar con detenimiento las escasas fuentes de la época de las que disponemos, tanto las cristianas como las musulmanas procedentes de la Península, como las de los Francos. Estas nos aportan datos fundamentales para poder establecer una base histórica suficientemente sólida, si bien, en algunas ocasiones no podemos dar datos precisos, por lo que debemos recurrir al estudio de textos de los primeros cronistas como Juan Briz, Vagad, P Moret, etc.… que ya se perdían en intensos debates para establecer fechas y lugares. La valiosísima información aportada en sus textos es fruto de un intenso estudio, cabe suponer incluso que se sirvieron de fuentes hoy desaparecidas para elaborar sus crónicas, por lo que su trabajo es fundamental, aunque no debemos dejar de lado que todos son eclesiásticos y por tanto sus trabajos están realizados bajo una perspectiva de reconquista.

Otro gran factor a tener en cuenta es la situación de la Península Ibérica antes de la invasión musulmana del 711. Los godos mantuvieron las divisiones administrativas establecidas por los romanos. En el siglo VI, la unidad goda se desestabiliza. La conversión al catolicismo de una parte del pueblo godo, incluidos los hijos del rey arriano Leovigildo, provocará intensos levantamientos por parte de la nobleza godo-arriana. A partir de ese momento, la fractura entre godos arrianos y godos católicos no dejará de crecer, dejando una huella imborrable en la Península Ibérica.

Todos los intentos posteriores de unión, llevados a cabo por los siguientes soberanos, serán inútiles. Tal será la desunión que, a comienzos del siglo VIII, la sucesión del rey Witiza llevó a los partidarios de la antigua iglesia visigoda a elegir rey a Agila II, mientras que la facción católica eligió rey a Rodrigo. Ambos soberanos no tardarán en enfrentarse. Prueba de todo esto es el Laterculus recum Visigothorum. Con esta denominación conocemos un catálogo de los reyes godos que consigna la duración de sus respectivos gobiernos. El Laterculus regum Visigothorum se ha transmitido asociado al Liber Iudicum en los diferentes manuscritos, un importante texto jurídico visigodo. Tras el reinado de Ervigio, las continuaciones del texto difieren, La Continuatio codicis C Parisini, no menciona a Rodrigo y nos dice que a Witiza le sucedió Agila, sin embargo, la Continuatio Legionensis indica que le sucedió Rodrigo. Las crónicas asturianas no mencionan a Agila, pero La Crónica de Alfonso III en la versión Sebastianense nos cuenta que los hijos de Witiza solicitaron ayuda a los árabes para luchar contra Rodrigo, motivo por el cual estos pasaron con sus naves a la Península.

EL COLAPSO DEL REINO VISIGODO

Queda claro pues que a Witiza le sucedieron dos reyes, quedando el reino dividido en dos territorios bien diferenciados. Ambos territorios guardan gran similitud con la futura configuración de los futuros reinos de Castilla y Aragón. Agila controló la parte Noreste de la Península, extendiendo su influencia por toda la parte Este, mientras que Rodrigo reinaba en el Oeste. La llegada de los ejércitos musulmanes del general Musa ibn Nusair, al mando de su lugarteniente Tariq en el 711, se produjo en un momento de una tensión extrema entre ambos bandos peninsulares. Aun así, al parecer, fueron capaces de reconciliarse para enfrentarse al ejército invasor. Los hechos sucedidos a partir de este momento no están del todo claros. Tariq, desconcertado por la alianza entre Agila y Rodrigo, pidió refuerzos a Musa. La batalla de Tariq contra las tropas aliadas se conoce como la Batalla de Guadalete. Poco después de comenzar la lucha, los partidarios de Agila abandonaron sus posiciones, lo que provocó la derrota de las tropas de Rodrigo que desapareció en la batalla. Las consecuencias de la batalla y el rápido avance de las tropas musulmanas por la Península, llevó a los Rodriguistas a refugiarse en los montes astures y a los Witizianos, al mando del rey Agila, en la Narbonense visigoda.

 


La línea del rey Agila continuó en la Narbonense con el rey Ardón, quien continuaba combatiendo ferozmente a los musulmanes. En el año 719, Al Sahm, valí enviado directamente por el califa Suleimán, cruzó por primera vez los Pirineos. En el año 720 tomó Narbona, acabando así con el rey Ardón. Este hecho ha llevado a muchos historiadores a afirmar que Ardón fue el último rey de la dinastía Witiziana, aceptando elaborar una historia de la Península centrada en los primeros reyes asturianos y su posterior reconquista. Sin embargo, existen datos suficientes para desmentirlo.



FOCOS DE RESISTENCIA EN EL NORTE

La Crónica Pinatense, obra encargada por iniciativa de Pedro IV, que abarca la historia del reino de Aragón desde sus orígenes hasta Alfonso IV, basada en una crónica anterior conocida como crónica anónima, que algunos historiadores atribuyen a un monje llamado Marsilio, afirma que los huidos cristianos conformaron una serie de fortificaciones bajo el monte Uruel con centro en Panno. También afirma, al igual que varias obras posteriores de Lucio Marineo, Sancho de Alvear, Juan Vaseo, Juan Briz, incluso José de Moret entre otros, que un grupo de nobles visigodos que huían de los musulmanes eligieron por rey suyo a Garci Ximénez, quien para algunos historiadores es Garfimiro.

Existe desacuerdo acerca de si esta elección se produjo en Panno, en alguna cueva de Uruel, en Aisa, incluso en Aínsa o en algún lugar de Navarra, y parece haber mayor acuerdo en que se produjo en el año 724. Lo que no deja lugar a duda es que García heredó los derechos del rey Ardón. Aunque no fuese reconocido por el califato de Damasco, él era el rey. El Ajbar machmúa, crónica árabe anónima que comienza con la invasión musulmana de la Península, denomina a Witiza como Gaitixa. 

Garfimiro, Garsimiro, García, Gaitixa, o Gharsiya como lo llaman numerosas crónicas musulmanas, emparentó con la casa Scimeno, vascones que dominaban un importante territorio. Se ahí que en la Crónica Pinatense se le llame Garci Ximénez, que establecería posteriormente uniones con los Jimeno de Arce y los Belasco de Sobrarbe. Estos poderosos señoríos pirenaicos se encontraban en continuo enfrentamiento con los musulmanes, provenían de los antiguos ducados godos, y al contrario que otras grandes casas condales como los Condes Casio, que se convirtieron al islam formando una de las familias más poderosas de la península, los Banu Qasi, nunca aceptaron la dominación islámica, lo que obligaba a los musulmanes a enviar contra ellos numerosas expediciones para someterlos y obligarlos a pagar los tributos del Jarach y la Yizia. A cambio les permitían mantener sus posesiones y practicar su religión. Estas expediciones consistían en incursiones rápidas, ya que desde la derrota sufrida en Poitiers ante Carlos Martel en el 732 y la pérdida de la Septimania goda que habían invadido anteriormente, los musulmanes no volvieron a enviar ninguna gran expedición al otro lado de los Pirineos.

Una prueba de esto la encontramos en el Kamil, de ibn al Athir y en el Ajbar machmúa, ambas crónicas relatan la expedición de Abd al Rahmán I y nos muestran con claridad cómo eran y quien gobernaba en los principales señoríos pirenaicos, es decir en los míticos reinos de Pamplona y Sobrarbe.

El Ajbar machmúa nos lo muestra así. El Emir fue a devastar Pamplona y K'alhara, volvió después contra la comarca de los vascones y Xertanis y acampó en el país de ibn Balaskot, cuyo hijo tomó entre los rehenes y le concedió la paz, obligándole a aquél a pagar tributo personal. En este caso, Xertanis o Sirtaniyya, como aparece en otras ocasiones, es sinónimo de país de alta montaña y se refiere a Sobrarbe.

 Kamil, de ibn al-Athir, lo expresa de esta forma, El Emir marchó a K'alhara, tomó la ciudad de Fekira, y desmanteló las fortalezas de la comarca, penetró en el país vascón y sitió y tomó la fortaleza de Mothmin al-Ak'ra, avanzó, enseguida, contra Malduthun ibn At'lal, cuyo castillo sitió, persiguió a los habitantes que se habían refugiado en las montañas, los sometió a la fuerza y regresó a Córdoba tras destruir el baluarte. De este modo tenemos entonces dos dinastías reinantes, paralelas, en los principales territorios.

Una de las dos líneas, es decir, uno de los hijos de García, Ximeno Garcés, se casó con Oneca. Su hijo, Iñigo Arista es considerado en la Crónica de Roda, documento realizado en la época de Sancho III el Mayor con el fin de reafirmarse como señor de los territorios que pretendía anexionar a su reino, como el fundador de la dinastía Garci Eneca, cuyo escudo de armas era la cruz de Iñigo Arista.

 


Por otro lado, la dinastía Garci Jimena, iniciada con Belasco Garcés y continuada en su hijo García El Malo, será la que reine en Sobrarbe. Su escudo de armas será la cruz sobre el árbol de Sobrarbe.

 


Todos estos poderosos señores mozárabes, verán, a partir del año 778, como un nuevo poder aparece en escena, con el que van a tener que enfrentarse en muchas ocasiones y pactar en otras, se trata de los carolingios y el Condado de Aragón.

En el año 777, los valíes de Huesca, Zaragoza y Barcelona, que querían desprenderse del dominio del Emir de Córdoba, enviaron a Carlomagno, emperador de los francos, una embajada ofreciéndole sumisión. Un año después, en el año 778, Carlomagno, al mando de un poderoso ejército cruzó los Pirineos y se dirigió a Zaragoza. Una vez allí, Husayn, valí de la ciudad, se negó a entregarla. Carlomagno sitió la ciudad. El asedio se presumía largo y las bases de aprovisionamiento eran escasas, por lo que después de un mes decidió levantar el sitio. De camino a territorio franco atacó Pamplona. Sus ejércitos derribaron sus murallas y arrasaron la ciudad. Después de tomar Pamplona, fueron a tomar el antiguo paso de los Pirineos, la antigua calzada romana que discurre por el puerto del Palo, logrando ocupar los valles del Roncal, Echo y Ansó, ganándole estos territorios a los García de Sobrarbe.

Como respuesta a la devastación de Pamplona, su retaguardia, comandada por Roldán, fue aniquilada por una coalición de pamploneses y musulmanes. Este episodio que, para muchos historiadores, conforma la Batalla de Roncesvalles, para otros sucedió en el Valle de Echo. De un modo u otro, impidió a Carlomagno seguir sumando posesiones, pero logró retener los valles del Aragón Subordán que conformaron el primer condado ganado a Al Ándalus en tierra hispana, el condado de Aragón, donde dejó al mando al conde Aureolo.

Poco después inició la conquista de Hispania desde la Marca Gothia. Su heredero, Ludovico Pío, conquistó la Marca Hispánica, que comprendía los territorios de Urgel, Barcelona, Gerona y Osona y que habían ganado antes los visigodos. A estos les sumaron los territorios del Pallars y Ribagorza, que pasaron también a la órbita carolingia.

Con los carolingios a este lado de los Pirineos, se sumó una nueva fuerza a las ya establecidas. Cada una de ellas trató de imponer su poder sobre las otras, pero esta historia la contaremos en próximos capítulos.

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