EL CANTONALISMO DECIMONÓNICO EN ARAGÓN

Por Alberto Percal



De las varias guerras que asolaron Aragón en el siglo XIX, vamos a centrarnos en el intento de solución política-militar que, tras la marcha (no era la primera vez) de un monarca dejando el gobierno del Reino y por primera vez el solar español, se convertiría en República, incluido el territorio aragonés que tendría una clara importancia particular y poco difundida.

La situación política aragonesa trascendental por el triunfo de los partidos republicanos federales hizo que este breve periodo de tiempo en que estuvo activa la República en España adquiriera una consideración de importancia histórica, que ya venían advirtiendo desde el reinado de Isabel II, que podría ser de un significado fatal de producirse para la propia monarquía incluido el joven Estado. Si en aquella ocasión por 1839 advertía el General Espartero en una carta al gobierno que con la guerra “…se dió pábulo á  la sangrienta lucha que sostenemos va seis años… se habría evitado corriese á torrentes la sangre…”  y calculaba para terminarla lo antes posible, que en las operaciones se debían de poner medios localizados “…en las Provincias Vascongadas á beneficio de la fragosidad del terreno y de las inmensas obras que han ejecutado durante este periodo…” y la influencia que esto estaba teniendo en que “se conservasen imponentes las facciones de Cataluña, Aragón y Valencia” y en su opinión “ha sido, es y será siempre de que mientras no se logre someter á las provincias Vascongadas, será imposible esterminar á los rebeldes en general…”. En esa carta, solicitaba del gobierno mayor número de tropas centradas en terminar la guerra, sometiendo y liquidando al enemigo en las Provincias Vascongadas que él consideraba eje principal del foco insurrecto. 

Carlistas.

El gobierno contestó a la carta días después, remitiendo al general su grave preocupación y cómo debía pasar a ejecutar las acciones, para lo que “El Gobierno por su parte redoblará todos sus esfuerzos y desvelos en facilitar á V.E. cuantos recursos estén á su alcance…”, llevando más tropas de quintos ya fogueados a Aragón con el objeto de “destruir las fuerzas enemigas que allí existen evitando las funestas consecuencias… Amenazando entonces el interior de la monarquía…el triunfo de la causa nacional hoy seguro, sería problemático ó difícil cuando menos sobremanera… y sobre todo porque á favor de estas ventajas podría suscitarse y estenderse en Aragón y Cataluña un elemento político que no tiene poca influencia en la guerra de Navarra y las Provincias Vascongadas…”. El elemento político al que está haciendo referencia es el Foral. El Gobierno, lejos de las pretensiones militares del general, ordenaba dedicar todos los esfuerzos en Aragón, foco principal y problemático, y entendía de otra manera hacia donde debían desenvolverse las acciones militares, y hace mención en 1839 a un concepto territorial que pensábamos enterrado e incluye su  temor grave informando del problema, ya que “…complicaría más y más prolongándola hasta un término incalculable si toda la antigua corona de Aragón alzase la misma bandera”

Dada la gravedad de lo relatado, contravenía claramente las sugerencias del General en el conflicto y ponía claro énfasis en pacificar Aragón por el temor que aún tenían de que la Corona de Aragón se reactivase. Añade también las consecuencias en la política internacional si esto no se remediase, sí “…variase tal vez favorablemente la opinión de algunas potencias extranjeras…”. Había miedo a un posible apoyo internacional al hecho de recuperar la Corona de Aragón.

Si esta situación en 1839 nos puede parecer extraordinaria, en absoluto lo era, analizando los  acontecimientos que acaecieron en 1873, una fecha muy lejana ya de la historia medieval, inocentes por los que la consumieron pensando que ya no tenía mayor recorrido en cuanto a la organización territorial del solar hispano, y elocuente será ahora, viendo lo ocurrido con el gobierno republicano y el cantonalismo.

Isabel II (1833-1868)

La revolución de septiembre de 1868, marcaría el inicio a la carrera de la República tras la caída del corto reinado de Amadeo I. Durante el Sexenio Democrático (1868-1873), en las tres capitales aragonesas vencían las candidaturas republicanas, en disputa con la autoridad Civil (Gobierno Civil) representante de la monarquía y el municipio, reflejada en las tensiones entre los Voluntarios de la Libertad y el ejército, a favor este último del orden establecido y de la Monarquía. Pronto estos Voluntarios se identificarían con objetivos republicano-federales.

Zaragoza y Huesca podrían ser consideradas las capitales con mayor base social republicana de España. Desde la revolución de septiembre habían llevado siempre diputados republicanos a las Cortes. Teruel provincia, llevó siempre al Congreso diputados monárquicos. En cambio, en su capital, triunfaron siempre las candidaturas republicanas en las elecciones municipales. El apoyo social en Aragón al sistema federal fue claro durante todo el tiempo.

Proclamación de la Primera República


El cantonalismo en Aragón tuvo cuatro intentos. La cuestión era la forma en que la federación quedaría estructurada, de abajo a arriba. Primero las provincias, por encima el Estado aragonés y después la República Federal. No todos pensaban igual dentro del arco federalista. Todo sucedió durante 1873,. Veamos cuáles fueron estos intentos de cantonalismo en Aragón.

En la etapa del Presidente Estanislao Figueras, se comenzaron los primeros movimientos para consolidar la República. Sería en Zaragoza donde los líderes republicanos convocarían una nutrida manifestación que se concentró en la Capitanía General. Una vez logrado el apoyo de Santa Pau (Capitán General) marcharon frente al Gobierno Civil. En este caso, sería su Gobernador Víctor Pruneda quién gritaría ¡Viva la República Federal! El siguiente movimiento de los manifestados fue ir al Ayuntamiento, donde José Mariné también dio su apoyo y aconsejó llevar las cosas con la prudencia debida. 

Lo mismo ocurriría en Huesca, acatando el orden republicano. También los tres gobernadores civiles de Aragón. Durante la sesión parlamentaria del 8 de marzo en Madrid, propuesta la disolución de la asamblea, los diputados republicanos aragoneses entendieron que debían de llevar a cabo la proclamación de la Federación de cada una de las tres capitales aragonesas. En la reunión convocada en el Gobierno Civil de Zaragoza, decidieron la tarde del 9 de marzo la Proclamación de la Federación o Cantón aragonés. Una junta revolucionaria gobernaría el nuevo Cantón. En la madrugada del día 10, se recibió un telegrama anunciando la victoria de la República en la asamblea de Madrid. Conocida la noticia, se pararon todos los preparativos tendentes a proclamar la Federación. 

En la etapa del Presidente Pi y Margall, este va a a ser el hombre más predispuesto a lograr la Federación. En Aragón, se establecían de nuevo reuniones tendentes a crear el Cantón. Los comités republicanos de Zaragoza, Huesca y Teruel estaban dispuestos a separarse de Madrid y plantear la Federación de lo que se llamaría el Estado aragonés. De la reunión del 24 de junio salieron varias conclusiones, destacando la siguiente: “Madrid era el mismo que durante la monarquía, con los mismos vicios y defectos, por lo que se opinaba que había que pedir la autonomía de Aragón y acabar con todo aquello”.

Dibujo satírico que muestra a un Pi i Margall superado por los diferentes cantonalismos.


En el periodo del Presidente Salmerón, la política dio un giro, apoyándose en el Ejército para impedir los cantones, incluso echando manos de los realistas, y se volvió a discutir cuál debía ser el planteamiento de la Federación. De nuevo, los representantes de las corporaciones populares y comités republicanos se reunieron a finales de julio para seguir el camino y plantear ellos mismos la Federación de abajo a arriba. Tal era la importancia de Aragón, como hemos citado anteriormente, que “un Club de Capellanes intransigente de Madrid juzgaron decisivo para el triunfo de su causa la postura que tomase Aragón, en tal sentido, Salmerón envió a Zaragoza a García Gil” para mantener reuniones con las tres provincias, con objeto de mantenerlas fieles al Gobierno.

Los partidarios de Madrid enviaron una comisión para apoyar a los partidarios aragoneses y que se declarase Aragón en asamblea cantonal. Esta podía ser el principio de la Federación española. En Huesca, el ambiente estaba más caldeado, por lo que los adictos al Gobierno llegaron a pedir armas para impedirlo. Simultáneamente se intentó formar el Cantón Altoaragonés (Barbastro, Monzón, Graus) El pueblo de Fornillos, el 28 de Julio, se declaraba cantón independiente. Teruel también se hallaba dividido. El 26 de julio se reunieron en Zaragoza los representantes de las tres provincias. Allí acudió García Gil para impedir que Aragón se separase de Madrid y se uniera a los cantonalistas de Andalucía y Levante.

La etapa del Gobierno de Emilio Castelar, empieza con la promesa de este de llevar a cabo la Federación por cuantos medios fuera posible. Para calmar los ánimos e intentar poder administrar desde el centro el orden republicano, amordazó a la prensa, que sería multada, y si reincidía, suspendida. Los cantonalistas continuaron trabajando sin descanso con el objeto de proclamar a Zaragoza como Cantón. La situación en Zaragoza era claramente pro-cantonal. Ante otra posible escisión en Aragón, este gobierno también envió al representante García Gil para convencer de nuevo. El 26 de diciembre, el séptimo batallón de los Voluntarios de la República de Zaragoza enviaron una carta a Castelar, “…los aragoneses, descendientes de aquellos que pasearon sus galeras desde el Adriático hasta el Bósforo, dominadores de Asia, quienes clavaron su enseña gloriosa sobre los muros de Adrianópolis y Constantinopla, émulos de aquella raza de gigantes, llamados almogávares, estos aragoneses, irán en apretada falange a recoger ese lávalo y con sangre generosa borrar la ignominia de un acto de vergonzosa debilidad. Sin la Republica Federal, Zaragoza será la Numancia del siglo XIX…”. Era una clara alusión decimonónica de la historia, a la cual Castelar no hizo caso.

No hemos citado, por no extender sobremanera el relato, que durante estos hechos se sucedía otro paralelo muy importante, la guerra carlista. Tampoco hemos hecho referencias a  las diversas facciones dentro del republicanismo federal, ni ha hechos violentos, que los hubo y no pocos. Terminó la efímera República el 2 de enero de 1874 tras un golpe militar. 

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