EL ALZAMIENTO ARAGONÉS EN 1591 CONTRA FELIPE II

Por Alberto Percal




De la historia de Aragón se han tratado muchos temas medievales. Conocemos hasta detalles de su vida cotidiana, que es más la curiosidad que se introduce para entretener que la búsqueda de claridad en entender el hilo histórico que nos ha conducido a nuestros días. De historia moderna conocemos sobre todo lo referente al reinado y matrimonio de Fernando II con Isabel de Castilla y sus aventuras políticas, militares y conquistadoras, dándoles siempre un carácter constructivo y educador con clara ideología. Del tema que hoy tratamos en Episodios aragoneses también se ha escrito, pero seguro que aún hay muchos aragoneses que no lo conocen, gentes entradas en años y educados en la doctrina de esa falsa construcción de España por los Reyes Católicos. Por esto, creemos conveniente, una vez más, aligerar lastre mediático para dar luz de lo acontecido en Aragón a finales del siglo XVI, 75 años después del fallecimiento de Fernando II en 1516.

 Los autores que han tratado el tema lo han titulado con diversos adjetivos: revuelta, sucesos, alteraciones, sublevación, rebelión… Quizás la más fundamentada sea esta última, la de rebelión, siempre visto desde la óptica española para que no parezca extraño al hilo y discurso programado en los últimos 150 años. Nosotros creemos que fue un alzamiento civil, provocado por las maneras de actuar del rey en contra del ordenamiento aragonés.

Entremos al terreno de lo sucedido y de cómo fue posible este alzamiento civil.

Ya se venían sucediendo episodios que iban lastimando la relación entre monarca y reino, pleito del Virrey extranjero, ejecución del Conde de Ribagorza, alteraciones de Albarracín y Teruel… y ahora se sumaba la evasión del secretario real Antonio Pérez a Aragón. Una vez atravesó la frontera, se acogió en Calatayud al Justicia y al derecho de manifestación. Con esto pasó a Zaragoza, a la Cárcel de Manifestados, que la institución tenía en la Plaza del Mercado junto a la puerta de Toledo. El preso ya venía de Castilla con varios frentes judiciales abiertos, pero al haber sido torturado en Castilla, fue sometido a la prueba de tormento judicial iniciado en febrero de 1590. A eso se añadían sus largos 11 años en prisión, no hubo duda alguna (portaba suficientes heridas, brechas y grandes hematomas por el tormento sufrido) y traería consecuencias jurídicas muy importantes y favorables al reo en Aragón, los Fueros eran explícitos al respecto y era evidente su puesta en libertad. El tormento en Aragón estaba prohibido (desde 1265 parciamente y desde 1325, clara y totalmente). Si un reo había sido torturado, podría ser absuelto de inmediato. Si en la sentencia, el Justicia declaraba probado que “la dita persona manifestada seyer estado turmantada, o si en atra manera no se devia remitir por los greuges que segunt el present Fuero se pueden deduzir; sea librado por el Justicia de Aragón o sus lugartenientes, e mandado poner a expensas del manifestado en lugar tuto e seguro sin todo empacho”, que lo era, debería, aplicando el Fuero, quedar libre.




Los juristas del rey tenían que ingeniarlas para luchar e intentar vencer a la manifestación dentro del procedimiento de esta (Fuero I de Teruel de 1428 y Fuero V de Calatayud de 1461, libro III), lo cual les fue imposible dado el tormento dado a Pérez.

En caso de prosperar (imposible como hemos citado), tampoco podrían sacarlo del reino. Estaba prohibido por el Fuero “Ut nullus captus extrahitur a Regno”. Lo tenían totalmente perdido. Por ello, se alargó con los cargos, declaraciones, firmas, defensión, procedimientos,… hasta que terminó con el desintimiento al apellido criminal, proceso de Aragón, por lo que solo retrasaron el proceso añadiendo la enqüesta y la denuncia de Pérez ante el tribunal de los XVII Judicantes (tribunal popular creado por Fuero en las Cortes de Calatayud de 1461) para que definitivamente a base de embustes y manipulación de testigos cambiasen la estrategia y optasen por iniciar la enquisa en el tribunal correspondiente (de la Inquisición).

En Zaragoza se seguían las actuaciones judiciales y crecían las amistades de Pérez ante los atropellos que se venían haciendo por parte del monarca.

Con el proceso de la Inquisición abierto y la debilidad que mostraron ante la presión áulica los lugartenientes del Justicia, se trasladó a Pérez de la Cárcel de Manifestados a la Aljafería en mayo de 1591. Cuando se tuvo noticia de tal acto, un gran número de zaragozanos salieron con gran tumulto a pedir fuera devuelto. En esta protesta, sería herido de muerte el Virrey Almenara. Tuvieron que mediar los Condes de Aranda y Morata para que no asaltaran la Aljafería (cárcel inquisitorial), con la oposición de los inquisidores Medrano y Mojerón que, al enterase del linchamiento a Almenara, cedieron y los presos Pérez y Mayorini (criado) fueron trasladados de nuevo a la Cárcel de Manifestados. Lo que supuso un claro triunfo de los zaragozanos y una gran alegría popular.

Felipe II estaba informado de todo lo sucedido. Se intentó, por segunda vez. La entrega a la Inquisición sería, en septiembre de 1591. Esta vez, se pondrían medios armados por el rey para evitar el tumulto. Sin embargo, también fracasó. Hubo muertos y bastantes heridos, Pérez fue puesto en libertad por los amotinados y huyó al Bearn.




En la Corte madrileña, Felipe II de Castilla (I de Aragón) ya estaba preparando un ejército, realizando levas de hombres desde hacía meses, con serias dudas de si entrar o no, o como realizar las jornadas. A pesar de que ya tenía numerosos problemas con Flandes, no escatimó en recursos (el gasto de la campaña entre 1591-1593 supuso un desembolso de 1.370.613 ducados). Esto no eran tropas ligeras para poner remedio, era un ejército similar a los reunidos en la fracasada invasión de Inglaterra, o el que operaba en Flandes, o el que invadió Portugal. El número de hombres previsto alcanzaba las 20.000 unidades, pero al final quedó en algo más de 14.000 infantes, cerca de 2.000 hombres a caballo, piezas de artillería y otros aparatos de guerra. Se convirtió en un claro ejército de invasión y sometimiento al monarca. Con las dudas del envío y cómo ejecutar la intención que el monarca tenía meditada y las consecuencias de acarrear el inicio de una guerra contra Aragón e incluso los territorios de la Corona que podrían apoyar llegado el caso, buscó una coartada para ocultar sus intenciones (cartas remitidas avisando del paso por Aragón a los Diputados del Reino, y a las Ciudades y Universidades). Informó que era un ejército que marchaba a Francia y debía pasar por Aragón. Además, una vez cruzó la raya, el 7 de noviembre por Agreda y Alfaro, emplearon la argucia de dejar a los Comisarios aragoneses que marcaran ellos el itinerario y el alojamiento de las tropas, para no incurrir en contrafuero y no levantar sospechas. Meses antes, también se cuidó mucho de sacar a los tercios de Aragón y mandarlos a Italia, lejos, para impedir la defensa del reino por militares aragoneses experimentados. Con todo listo entró en Aragón en noviembre de 1591.

Nada más se pudo conocer este hecho, el Justicia (Juan de Lanuza V), presionado por todo lo sucedido, se manifestó en contrafuero (entrada de ejército extranjero, caso previsto en el Fuero II “De generalibus privilegiis de 1461) y organizó la resistencia, nombrando generales, capitanes y puestos de mando. El ejército juntado en Zaragoza salió en orden de guerra y solo pudo avanzar hasta Utebo, Monzalbarba y Casetas. El ejército castellano, tras 5 días de marcha, ya había avanzado hasta Alagón (Alonso de Vargas, el Capitán General, tenía clara orden de ir lo más apresurados posible) y estaba a punto de cruzar el rio Jalón. Como es evidente, el poco tiempo en formar un ejército, adiestrarlo y el no poder haberlo organizado adecuadamente (cinco meses tuvo Felipe), se convertiría en una sucesión de despropósitos. No obstante, se intentó enviar socorros a las poblaciones de Aragón (no llegaron a tiempo la mayoría) y también se pidió ayuda a Catalunya y Valencia. De Barcelona se tuvo respuesta de los Diputats, pero antes de llegar la contestación, el correo enviado se atrevía a afirmar “cavalleros y pueblo común determinan morir todos por mantener este reyno y valer a VV.SS, por la información que tienen de quan bien y fielmente defienden lo suyo”, un evidente apoyo popular en Catalunya, no así de la contestación que se recibió de los Diputats. Se conoce que el parte de guerra de heridos del ejército real al entrar en Zaragoza sumó más de 600. Un ejército real que estaba supuestamente para proteger, por pacto entre el Reino y el rey, a Aragón, por ser una parte patrimonial recibida de sus antepasados, se convertía en su verdugo.



Lo que sucedió después de la invasión lo dejamos para otro Episodio.

Comentarios