Por Alberto Percal
De la historia de
Aragón se han tratado muchos temas medievales. Conocemos hasta detalles de su
vida cotidiana, que es más la curiosidad que se introduce para entretener que la
búsqueda de claridad en entender el hilo histórico que nos ha conducido a
nuestros días. De historia moderna conocemos sobre todo lo referente al reinado
y matrimonio de Fernando II con Isabel de Castilla y sus aventuras políticas,
militares y conquistadoras, dándoles siempre un carácter constructivo y
educador con clara ideología. Del tema que hoy tratamos en Episodios aragoneses
también se ha escrito, pero seguro que aún hay muchos aragoneses que no lo
conocen, gentes entradas en años y educados en la doctrina de esa falsa construcción
de España por los Reyes Católicos. Por esto, creemos conveniente, una vez más,
aligerar lastre mediático para dar luz de lo acontecido en Aragón a finales del
siglo XVI, 75 años después del fallecimiento de Fernando II en 1516.
Los autores que han tratado el tema lo han
titulado con diversos adjetivos: revuelta, sucesos, alteraciones, sublevación, rebelión…
Quizás la más fundamentada sea esta última, la de rebelión, siempre visto desde
la óptica española para que no parezca extraño al hilo y discurso programado en
los últimos 150 años. Nosotros creemos que fue un alzamiento civil, provocado
por las maneras de actuar del rey en contra del ordenamiento aragonés.
Entremos al
terreno de lo sucedido y de cómo fue posible este alzamiento civil.
Ya se venían
sucediendo episodios que iban lastimando la relación entre monarca y reino,
pleito del Virrey extranjero, ejecución del Conde de Ribagorza, alteraciones de
Albarracín y Teruel… y ahora se sumaba la evasión del secretario real Antonio
Pérez a Aragón. Una vez atravesó la frontera, se acogió en Calatayud al
Justicia y al derecho de manifestación. Con esto pasó a Zaragoza, a la Cárcel
de Manifestados, que la institución tenía en la Plaza del Mercado junto a
la puerta de Toledo. El preso ya venía de Castilla con varios frentes
judiciales abiertos, pero al haber sido torturado en Castilla, fue sometido a
la prueba de tormento judicial iniciado en febrero de 1590. A eso se añadían
sus largos 11 años en prisión, no hubo duda alguna (portaba suficientes
heridas, brechas y grandes hematomas por el tormento sufrido) y traería
consecuencias jurídicas muy importantes y favorables al reo en Aragón, los
Fueros eran explícitos al respecto y era evidente su puesta en libertad. El
tormento en Aragón estaba prohibido (desde 1265 parciamente y desde 1325, clara
y totalmente). Si un reo había sido torturado, podría ser absuelto de
inmediato. Si en la sentencia, el Justicia declaraba probado que “la
dita persona manifestada seyer estado turmantada, o si en atra manera no se
devia remitir por los greuges que segunt el present Fuero se pueden deduzir;
sea librado por el Justicia de Aragón o sus lugartenientes, e mandado poner a
expensas del manifestado en lugar tuto e seguro sin todo empacho”, que
lo era, debería, aplicando el Fuero, quedar libre.
Los juristas del
rey tenían que ingeniarlas para luchar e intentar vencer a la manifestación
dentro del procedimiento de esta (Fuero I de Teruel de 1428 y Fuero V de
Calatayud de 1461, libro III), lo cual les fue imposible dado el tormento dado
a Pérez.
En caso de
prosperar (imposible como hemos citado), tampoco podrían sacarlo del reino. Estaba
prohibido por el Fuero “Ut nullus captus
extrahitur a Regno”. Lo tenían totalmente perdido. Por ello, se alargó con los
cargos, declaraciones, firmas, defensión, procedimientos,… hasta que terminó
con el desintimiento al apellido
criminal, proceso de Aragón, por lo que solo retrasaron el proceso añadiendo la
enqüesta y la denuncia de Pérez ante
el tribunal de los XVII Judicantes (tribunal popular creado por Fuero en las
Cortes de Calatayud de 1461) para que definitivamente a base de embustes y
manipulación de testigos cambiasen la estrategia y optasen por iniciar la enquisa en el tribunal correspondiente (de
la Inquisición).
En Zaragoza se
seguían las actuaciones judiciales y crecían las amistades de Pérez ante los
atropellos que se venían haciendo por parte del monarca.
Con el proceso de
la Inquisición abierto y la debilidad que mostraron ante la presión
áulica los lugartenientes del Justicia, se trasladó a Pérez de la Cárcel de
Manifestados a la Aljafería en mayo de 1591. Cuando se tuvo noticia de tal acto,
un gran número de zaragozanos salieron con gran tumulto a pedir fuera devuelto.
En esta protesta, sería herido de muerte el Virrey Almenara. Tuvieron que
mediar los Condes de Aranda y Morata para que no asaltaran la Aljafería (cárcel
inquisitorial), con la oposición de los inquisidores Medrano y Mojerón que, al
enterase del linchamiento a Almenara, cedieron y los presos Pérez y Mayorini
(criado) fueron trasladados de nuevo a la Cárcel de Manifestados. Lo que supuso
un claro triunfo de los zaragozanos y una gran alegría popular.
Felipe II estaba
informado de todo lo sucedido. Se intentó, por segunda vez. La entrega a la Inquisición
sería, en septiembre de 1591. Esta vez, se pondrían medios armados por el rey
para evitar el tumulto. Sin embargo, también fracasó. Hubo muertos y bastantes
heridos, Pérez fue puesto en libertad por los amotinados y huyó al Bearn.
En la Corte
madrileña, Felipe II de Castilla (I de Aragón) ya estaba preparando un ejército,
realizando levas de hombres desde hacía meses, con serias dudas de si entrar o
no, o como realizar las jornadas. A pesar de que ya tenía numerosos problemas
con Flandes, no escatimó en recursos (el gasto de la campaña entre 1591-1593
supuso un desembolso de 1.370.613 ducados). Esto no eran tropas ligeras para
poner remedio, era un ejército similar a los reunidos en la fracasada invasión
de Inglaterra, o el que operaba en Flandes, o el que invadió Portugal. El
número de hombres previsto alcanzaba las 20.000 unidades, pero al final quedó
en algo más de 14.000 infantes, cerca de 2.000 hombres a caballo, piezas de
artillería y otros aparatos de guerra. Se convirtió en un claro ejército de
invasión y sometimiento al monarca. Con las dudas del envío y cómo ejecutar
la intención que el monarca tenía meditada y las consecuencias de acarrear el
inicio de una guerra contra Aragón e incluso los territorios de la Corona que
podrían apoyar llegado el caso, buscó una coartada para ocultar sus intenciones
(cartas remitidas avisando del paso por Aragón a los Diputados del Reino, y a
las Ciudades y Universidades). Informó que era un ejército que marchaba a
Francia y debía pasar por Aragón. Además, una vez cruzó la raya, el 7 de
noviembre por Agreda y Alfaro, emplearon la argucia de dejar a los Comisarios
aragoneses que marcaran ellos el itinerario y el alojamiento de las tropas,
para no incurrir en contrafuero y no levantar sospechas. Meses antes, también
se cuidó mucho de sacar a los tercios de Aragón y mandarlos a Italia, lejos,
para impedir la defensa del reino por militares aragoneses experimentados. Con
todo listo entró en Aragón en noviembre de 1591.
Nada más se pudo
conocer este hecho, el Justicia (Juan de Lanuza V), presionado por todo lo
sucedido, se manifestó en contrafuero (entrada de ejército extranjero, caso
previsto en el Fuero II “De
generalibus privilegiis” de 1461) y organizó la resistencia, nombrando generales,
capitanes y puestos de mando. El ejército juntado en Zaragoza salió en orden de
guerra y solo pudo avanzar hasta Utebo, Monzalbarba y Casetas. El ejército
castellano, tras 5 días de marcha, ya había avanzado hasta Alagón (Alonso de
Vargas, el Capitán General, tenía clara orden de ir lo más apresurados posible)
y estaba a punto de cruzar el rio Jalón. Como es evidente, el poco tiempo en
formar un ejército, adiestrarlo y el no poder haberlo organizado adecuadamente (cinco
meses tuvo Felipe), se convertiría en una sucesión de despropósitos. No
obstante, se intentó enviar socorros a las poblaciones de Aragón (no llegaron a
tiempo la mayoría) y también se pidió ayuda a Catalunya y Valencia. De
Barcelona se tuvo respuesta de los Diputats, pero antes de llegar la
contestación, el correo enviado se atrevía a afirmar “cavalleros y pueblo común determinan morir todos por mantener este
reyno y valer a VV.SS, por la información que tienen de quan bien y fielmente
defienden lo suyo”, un evidente apoyo popular en Catalunya, no así de la
contestación que se recibió de los Diputats. Se conoce que el parte de guerra
de heridos del ejército real al entrar en Zaragoza sumó más de 600. Un ejército
real que estaba supuestamente para proteger, por pacto entre el Reino y el rey,
a Aragón, por ser una parte patrimonial recibida de sus antepasados, se convertía
en su verdugo.
Lo que sucedió
después de la invasión lo dejamos para otro Episodio.
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