Por Alberto Percal
La
Real Academia de la Historia se crea en 1738. Sus fines, al igual que los de la
Real Academia Española (de la Lengua), fundada en 1714, no son otros que poner
el manejo, veto y dirigismo al servicio de la monarquía. Con el devenir de los
tiempos, bajo el control de la dictadura, dejando un poso de vino muy añejo que
se incrusta en el cristal y que es muy difícil de diluir, el principal objetivo
de ambas fue dar doctrina desde las escuelas. Hoy día, no es necesario este
control (a pesar de la necesidad de querer seguir ejerciendo de tutores que
tienen las administraciones), con una sociedad aturdida por excesiva
información y muchos frentes abiertos.
Poco
se han divulgado entre la población las consecuencias que tuvo en el inicio del
siglo XVIII, el conflicto entre los dos mayores estados de Europa. Damos por
cierto el nulo interés por divulgar sobre la Guerra de Sucesión, especialmente
en Aragón. Consideramos que este y otros episodios de la historia son los que
rompen las tesis impuestas durante muchos años.
Vamos
al asunto. Son muy conocidas por los valencianos que hayan querido prestar
atención a su historia, las fatales consecuencias de la Guerra de Sucesión en
algunas poblaciones: Játiva, Alcira, Alcoy, … Estas poblaciones valencianas sí
conocen las consecuencias de destrucción que allí se sucedieron. Vamos a ver
ahora ejemplos en Aragón, desconocidos por el gran público. Nos referiremos hoy
a uno de ellos. La destrucción parcial o total, física y humana, de poblaciones
como Ejea de los Caballeros.
En
las crónicas borbónicas de Vicente Bacallar (marqués de San Felipe) encontramos
relatados los hechos: “Ya en la Península de España poseía tres reinos
Carlos: Cataluña, Aragón y Valencia… Los tres reinos estrechamente unidos y
pertinaces, ponían, en peligro a Castilla…”
La
venganza y represión del primer Borbón se ensañó especialmente con tres
localidades aragonesas: Ejea de los Caballeros, Uncastillo y Luesia. De las
tres, la que más sufrió fue Ejea de los Caballeros. Siguiendo el relato del
citado marqués, “…la desenfrenada furia de los soldados, a quienes se
permitió el saqueo; y después se mandó quemar enteramente la Ciudad. Así de la
infeliz Egea quedaron tristes vestigios en la memoria.”
Pero
esto no quedo ahí, como hemos citado antes, hubo un coste humano que vemos al
seguir leyendo: “El marqués de Salutzo, que era hombre de ánimo feroz e
implacable, mandó pasar a cuchillo a los moradores…” La excepción, en este
caso, fueron los niños y las mujeres que fueron llevados al destierro. Otras
fuentes nos facilitan información de poblaciones y lugares que sufrieron
similares estragos: Magallón, Bureta y Alberite.
Lamentamos
que haya crédulos que vean en los censos de población solo pobreza, que la
hubo, o que haya que contar dulzuras, como el color de los uniformes de ambos
bandos, el número de combatientes en la Batalla de Zaragoza, o de cómo
recibieron con absoluta indiferencia al Rey Carlos III en Madrid. Esto es
dirigismo, y por eso es necesaria una revisión para incorporar al relato otros
hechos desconocidos que den un análisis conceptual riguroso y que sirvan de
cultura general para los aragoneses.
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