¿DE DÓNDE VIENEN LOS BATURROS?

Por Víctor Longares Abaiz


La palabra baturro es la suma del término aragonés bato (idiota) y el sufijo despectivo -urro. ¿Por qué mucha gente ha terminado identificando esta palabra con todos los aragoneses o denominan así al traje tradicional aragonés? 

LITERATURA COSTUMBRISTA DEL SIGLO XIX

Los chistes y gracias sobre paletos y campesinos son una tradición muy antigua en todas partes. Los encontramos en la literatura desde tiempos antiguos. Sin embargo, en el siglo XIX es cuando se configura un arquetipo de campesino aragonés, que será objeto de todas las burlas.

Este tipo lo encontramos por primera vez en la comedia El pelo de la dehesa, escrita en 1840 por Bretón de los Herreros. El protagonista viste con ropa pasada de moda, tiene un acento aragonés extremadamente exagerado, utiliza vocablos propios del castellano de Aragón, es muy bruto y tiene una afición desmesurada a la jota. En 1859, Luis San Juan y Alcocer presenta una zarzuela llamada El novio aragonés, donde se repiten esos rasgos en un personaje. En esta obra, aumenta el protagonismo de la jota.

El éxito de estas obras en los escenarios zaragozanos provoca la aparición de muchas producciones de este tipo, popularizándose la imagen de este tipo de bufones supuestamente aragoneses.

En 1866, aparece por primera vez la palabra baturro en un texto literario. Se trata de la novela Magdalena, de Cosme Blanco. Ahí aparece el baturro arquetípico, que servirá de modelo para todo tipo de novelas, comedias, zarzuelas, chistes y otros espectáculos. Este personaje literario se convierte en el elemento cómico de muchas historias. Es un campesino bobo y bruto, que viste con traje regional, habla de manera vulgar y grosera y es muy aficionado a la comida, el vino y la jota.


En 1876, Pedro Marquina estrena en Madrid, con un clamoroso éxito, El corazón de un baturro, consiguiendo que este tipo de personaje salga de Aragón para triunfar en los escenarios madrileños. En los próximos años, aparecerán gran cantidad de comedias, libros de chascarrillos y novelas que popularizarán tanto la palabra baturro como el arquetipo cómico por todo el estado español.

En toda Europa, fruto del Romanticismo y la rápida industrialización, se produce una vuelta a lo popular, lo campesino y lo tradicional, sobre todo por parte de los escritores, músicos y pintores románticos. No podrían haber triunfado en peor momento las obras literarias y teatrales de baturros. En Aragón, se acabaría identificando al baturro con el aragonés tradicional.

 

LOS ARAGONESES COMO BATURROS

Como ya explicamos en un artículo anterior (El 1 de mayo en la Zaragoza revolucionaria) a finales del siglo XIX, Zaragoza era una de las ciudades más revolucionarias del estado español. Solo Barcelona le superaba en sindicalismo combativo y en revueltas obreras.

El 1 de mayo de 1890, se habían producido en todo el Estado manifestaciones obreras en recuerdo de los huelguistas asesinados en Chicago en 1886. En Barcelona y Zaragoza, las manifestaciones se transformaron en huelgas de varios días, con graves disturbios en ambas ciudades. La élite burguesa necesitaba combatir esta realidad de creciente lucha obrera y contó con la gran ayuda de la Iglesia local, que ya estaba creando su propia mitología alrededor de la Virgen del Pilar, con el mismo propósito, como ya explicamos en otro artículo (La Virgen del Pilar).

En 1896, en la revista El Pilar, aparece una carta de un tal Bristán, que lamenta la desaparición del baturro. Según esta carta, el pueblo aragonés ha perdido su esencia porque ya no respeta las tradiciones ni la religión. Escritos como este aparecen en varios lugares, quejándose de que los aragoneses ya no honran a la Virgen del Pilar. En lugar de eso, han sucumbido a las modas extranjeras y se juntan en los cafés a hablar de política y organizar huelgas. Este tipo de lamentos será lanzado por hombres de la importancia de Luis Royo Villanova o Mariano Baselga.


En 1898, Alberto Casañal publicó la primera edición de Cuentos baturros. El prólogo fue escrito por Mariano Baselga, el intermedio por Francisco Aguado y el epílogo por Luis Royo Villanova. Se quejaban de que los aragoneses ya no respetaban los valores aragoneses, no vestían el traje tradicional, ni eran religiosos. Remitían a un pasado que nunca existió, en que los aragoneses habrían vestido con pañuelo a la cabeza, faja en la cintura, calzón corto y alpargatas. En su paraíso perdido, los aragoneses eran hombres nobles de corazón y, aunque groseros, respetuosos con las autoridades (civiles, militares y eclesiásticas). El aragonés era honrado, generoso y conformista con la suerte que le tocaba vivir. Era un hombre de familia, aficionado a la comida, al vino y a la jota.

Los textos de estos tres importantes aragoneses en una obra de baturros es consiguieron que los aragoneses empezasen a identificarse con este arquetipo burlesco. El baturro ya no era solo un personaje literario del que reírnos. Ya no se trataba de un chiste que mandábamos a Madrid. Mientras los intelectuales catalanes, vascos o gallegos querían recuperar su cultura, su historia y su lengua, muchos intelectuales aragoneses se dedicaban a fomentar el baturro como el aragonés ideal.

Poco a poco, fue triunfando esta visión conservadora (y completamente falsa) de la identidad aragonesa. Paralelamente, se regulaba la jota y el traje regional (el I Certamen de Jota de la Ciudad de Zaragoza es de 1886) y se creaban actos multitudinarios en honor a la Virgen del Pilar (en 1887, se creó el Rosario de Cristal).

En 1900, en la Revista de Aragón, aparecieron algunos representantes de la alta burguesía aragonesa presumiendo de ser baturros. En 1901, Teodoro Gascón publica Cuentos baturros, una recopilación de chistes ilustrados, que se hacen muy populares. La ofensiva se realizaba ya en todos los frentes. La Iglesia aragonesa luchaba por extender el culto de la Virgen del Pilar (coronada por la reina María Cristina en 1905, nombrada Capitán General en 1908, proclamada patrona de la Guardia Civil en 1913…).

Sin embargo, no todo el pueblo aragonés era el rebaño sumiso que se buscaba. En 1920, Zaragoza fue la ciudad española con más movilizaciones obreras de todo el Estado; en 1923, fue asesinado el cardenal Soldevilla en Zaragoza; el 1 de mayo de 1936, la CNT eligió Zaragoza para celebrar su Congreso Nacional… La ofensiva baturrista necesitaba un empujón, que le vino con la guerra civil y la posterior represión franquista. 

EL TRIUNFO DEL BATURRO

El régimen franquista no solo se dedicó a eliminar todo atisbo de subversión o emancipación obrera y ciudadana. También se empleó a fondo en el campo ideológico, uniendo el baturrismo y el culto a la Virgen del Pilar con los ideales franquistas. La Virgen del Pilar fue proclamada patrona de la Hispanidad (concepto inventado en 1931 por el fascista Ramiro de Maetzu), mientras que el grupo de Coros y Danzas de la Sección Femenina actualizó a su gusto el traje regional aragonés. El baturro era presentado como un aragonés ideal. Era un buen español, un buen católico y un entusiasta de Franco. Como vemos, adoctrinamiento religioso, cultural e ideológico consiguieron por fin, con la bendición del dictador Franco, trabajar unidos.

La apoteosis de ese baturrismo religioso franquista tuvo lugar en 1958. Ese año se celebraba el 20º aniversario del supuesto milagro de la no explosión de dos bombas, presuntamente lanzadas por un anarquista catalán. Para celebrar la intercesión de la Virgen en la Cruzada Nacional de Franco, ese 12 de octubre se implantó una celebración que pretendía imitar la ofrenda de flores a la Verge dels Desamparats de Valencia. Nacía la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar.

En la actualidad, el 12 de octubre sigue siendo el Día de la Hispanidad. Zaragoza celebra una Ofrenda de Flores que, gracias a la estrecha colaboración de todas las instituciones públicas y privadas de la ciudad y el entusiasta apoyo de todos los medios de comunicación, cada año presume de superar un récord de asistencia. En este acto se mezcla todo: el culto a la Virgen, la sumisión a las jerarquías (civiles, militares y eclesiásticas), la exhibición exagerada de los trajes regionales, la exhibición obscena del carácter grosero y bruto propio del baturro… y, sobre todo, jotas. Muchas jotas. Pero jotas que se ajusten al ideal que ya perfiló en su momento la Sección Femenina (que glorifiquen el nacionalismo español, que exalten el baturrismo y la Virgen del Pilar, que perpetúen sumisión a la jerarquía, que alaben las cualidades del baturro torpe y leal…). Las jotas combativas o reivindicativas no tienen lugar en esta fiesta.

Dos siglos han bastado para conseguir que los aragoneses se conviertan en su propia caricatura. En solo dos siglos, han conseguido que Aragón renuncie a su identidad, su cultura, su lengua y su carácter rebelde y combatido. A cambio, nos han dado un traje regional artificial, una devoción impuesta, una cultura baturra zafia y una jota que canta a gritos alabanzas a todo ello.

(Todas las viñetas que ilustran este artículo son una selección de las que ilustran el libro Cuentos Baturros, que publicó en 1901 Teodoro Gascón. Este libro ha sido reeditado varias veces y sigue vendiéndose, con bastante éxito. Los chistes y tópicos que muestra, así como el lenguaje vulgar inventado continúan sirviendo de base para cómicos, chistes y películas actuales).





Comentarios

  1. Muy bueno, ánimo para seguir escribiendo artículos tan interesantes. Entalto!

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  2. Muchas gracias. Seguimos escribiendo. Puedes seguirnos en:
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  3. Muy buen artículo, te felicito.
    Ojalá mas gente se preocupara de conocer mejor los detalles de la intrahistoria.

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